lunes, 18 de febrero de 2013

Ultimamente me pesan las quejas más que núnca. Llega el momento en que tengo que dejarme enfadar y llorar, para que la frustración no se me coma por dentro.

Me siento tan estúpida que me da verguenza y por eso lo hago cuando voy al trabajo por la mañana, sola en el coche.... en esos 25 kms de casa a la Paloma, me sirven de espita de escape. Sólo así puedo puedo contar con carcajadas la insolidaridad de las personas que me rodean, que nos rodean.

Mis nuevos compañeros se escandalizan de las cosas que ha diario me ocurren... nadie entiende como no me enfado y monto en colera, cómo no denuncio más, cómo no estampo mis muletas contra vehículos que me impiden ejercer mis derecho... pero es que llega un momento en que esto tambien te satura y las personas que conviven conmigo no se merecen una amaragada a diario.

De ahí que haga meses que no escribo. Es muy dificil salir de casa a las 6 y media de la mañana, teniendo que levantar a tu pareja para que vaya a traerte el coche de donde quiera que tubo que aparcarlo la noche anterior cuando al llegar de trabajar la parcela del portal esta ocupada, una vez más. Si él no está tengo que hacer madrugar a mi padre, un tipo con una merecidísima jubilación, para que vaya a buscarlo y cada tarde ha de estar localizado para que pase a buscarlo, me deje en mi portal y lleve mi coche a aparcar.

Tal es mi desesperación que creo que el regalo de cumpleaños de mi madre este año, va a ser el carnet de conducir para que pueda ir a aparcarlo.


Por eso no escribo. Por que todos los borradores de post que tengo suenan a quejica llorona y estoy muy cansada a estas horas para enfrentarme a ello.

Intentaré que mañana no suene tan quejica.

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